021 Normalmente no suelo tener problemas para expresar en palabras lo que vivo en persona, pero en el caso de Días de Campo me resulta complicado, ya que fueron tantas las experiencias positivas y los momentos inolvidables que un simple artículo se me queda pequeño. Pasear tranquilo por las calles de Montanejos contando las innumerables sonrisas que me encontraba a mi paso, sentarme en la orilla del río Mijares escuchando la sinfonía de la naturaleza a mi alrededor, perderme en el bosque respirando los aromas de la primavera, bailar como un loco en cualquiera de los escenarios repartidos por los espacios del festival... ¿Quién puede pedir algo más? A diferencia de otros festivales en los que los espacios en los que se desarrolla la programación musical no están integrados en el entorno, en Días de Campo pasa todo los contrario. Cada uno de ellos ya sea La Plaza, El Tipi N E X T P A G E de Turia, River Club, The Basement Stage o el Jameson Stage son parte del paisaje con personalidad propia y con una propuesta diferente. Esta variedad te invita a moverte constantemente, y además en el trayecto de uno a otro no paran de ocurrir cosas maravillosas, no paras de encontrarte con gente desenfadada cuyo único objetivo es el mismo que el tuyo: encontrar la felicidad con cada bocanada de aire. Musicalmente hablando esta edición de Días de Campo fue increíble, a todos los artistas que compusieron la banda sonora del festival se les notaba que aquello no era un bolo más, que no era un compromiso de agenda, que se trataba de algo especial que les motivaba a entregarse en cada sesión. Su actitud, su energía, sus rostros de felicidad contagiaron a todos los que estábamos allí y nos indujeron a sumergirnos en una dinámica de baile incontrolado fuera el que fuera el estilo que estaban pinchando.
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