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026 Cada día en mi trabajo es una aventura. Cuando consigo tener una rutina, comienza con el despertador y una sesión de ejercicio para despertar y preparar mi mente para el día que tengo por delante. Procuro desayunar fuerte, ya que más tarde igual se me olvida comer. Si el clima lo permite, me dirijo al estudio en bicicleta, atravesando Prospect Park, el equivalente brooklynita del Central Park. Una vez en el estudio, mi día se llena de actividad. Suelo encontrarme dibujando en mi mesa, ya sea abocetando una idea o entintando un dibujo que ya esté en marcha. Otras veces me encontrarás trabajando en un mural, preparando envíos, actualizando mis redes sociales o realizando gestiones administrativas que por desgracia son una parte enorme del trabajo de un artista. Procuro abordar estas tareas antes de sumergirme en la creatividad pura, reservando la parte más inspirada de mi día para el dibujo. Cuando estoy inmerso en un proyecto, el tiempo tiende a perder su significado y puede alargarse hasta altas horas de la madrugada. Este ritmo intenso a menudo resulta en un descontrol temporal, que requiere unos días de descanso y desconexión para recuperar el equilibrio antes de embarcarme en el siguiente proyecto y, con suerte, conseguir sostener una mejor rutina. Cuando me enfrento a un bloqueo creativo, encuentro que el ejercicio y la exploración al aire libre son buenos remedios. Un paseo por el East River o una ruta en bicicleta hasta el mar me ayudan a despejar la mente y abrir nuevas vías de inspiración. La naturaleza siempre ha sido mi fuente de rejuvenecimiento y renovación creativa. Y al venir de una isla, cuanta más agua haya, mejor. ¿Cómo es un día en tu trabajo? ¿Hay algo que te sirva como fuente de inspiración cuando tienes un bloqueo creativo?

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